Diario Sur
CULTURA
Manuel Alcántara: «Quiero hablar de la vida»
El poeta y articulista desgrana a los alumnos de secundaria del Instituto Bezmiliana de Rincón sus viajes, crónicas de boxeo y poesía
El poeta y articulista Manuel Alcántara, ayer rodeado de alumnos de ESO del instituto de Rincón de la Victoria./ CARLOS MORET
«Hay que viajar, ser ciudadano del mundo», aconsejó a los estudiantesManuel Alcántara pensaba hablarles ayer a los alumnos del Instituto Bezmiliana de Rincón de la Victoria de Rubén Darío y acabó hablando de fútbol, del paso del tiempo, de sus tiempos de colegio, de la muerte, de boxeo, de la crisis, de la fragilidad de la vida, de sus viajes, de sus amigos escritores... y también de Rubén Darío. «Quiero hablar de la vida», confesó casi al comienzo de la charla coloquio que el escritor y articulista de SUR mantuvo ayer con estudiantes de secundaria del citado centro.
Y lo hizo, habló de la vida envuelto en la sensibilidad, tolerancia e ironía que le caracterizan, como bien adivinó Eva, una quinceañera alumna de cuarto de ESO en la semblanza que del poeta malagueño hizo a sus compañeros.
«Donde hay drama, hay canción», respondió a una alumna cuando le preguntó cómo había podido compaginar su afición por algo tan «brutal» como el boxeo y la «delicadeza» de la poesía. El poeta, que había recordado antes su época como cronista de boxeo en la que conoció a los grandes (Legrá, Carrasco, Urtain), mencionó a los escritores amantes del pugilismo, como Jack London, Cortázar, Ignacio Aldecoa y su amigo el cineasta José Luis Garci, y explicó que es una práctica que ya aparecía en los clásicos griegos. «Evidentemente es un deporte brutal, pero es voluntario y ha redimido a mucha gente», subrayó. Luego zanjó cualquier contradicción suscribiendo una cita de Ramón Pérez de Ayala sobre los toros: «Si fuera ministro de Gobernación prohibiría las corridas, pero como no lo soy, voy a todas».
Alcántara, un viajero incansable por varios continentes, llegó un día a la casa de Rubén Darío en el pueblo nicaragüense de Metapa (ahora Ciudad Darío). Lo que le sorprendió fue la humildad del hogar en la que había nacido el autor de 'Azul'. «Era como una casa de peón caminero, como el lugar menos previsto para alguien que saldría cantando a la 'princesa pálida'», dijo del poeta que pasó por Málaga varias veces y «nos dedicó algunas páginas magníficas». De aquel viaje recuerda al niño que le guió hasta la casa. «Se llamaba Escuelita». Y lo explicó: Eran los tiempos de la dictadura de Somoza, tiempos en los que «hasta el refresco que pedí en el hotel se llamaba Somoza». Para los padres de aquel chico lo mejor que había era la escuela, y así le pusieron de nombre.
Rosario de rodillas
Un viajero que hasta los 17 años no había salido de la plaza de la Merced, del colegio San Agustín. El escritor y periodista imagina que los chicos que le escuchaban embelesados disfrutan con la escuela. Esta de ahora no tiene nada que ver con la de sus tiempos en los que «el libro que más leíamos era la cartilla de racionamiento». Y confesó que no guarda buenos recuerdos escolares. «Nos hacían rezar el rosario todos los días, el primer misterio de rodillas».
El tiempo y la muerte fue sazonado con humor, lo que hizo sonreír a los chicos y chicas. «Los muertos tienen cara de preocupados, algunos dicen, parece que está dormido, pero no, parece que está muerto», dijo para recordar luego su primera visión de la muerte en la Málaga de la guerra civil, cuando «veía muertos cerca del lugar donde ahora me tomo una copa».
Alcántara fue desgranando recuerdos al hilo de las citas de sus escritores preferidos y de su propia pluma (una hispano olivetti con dos teclas rebeldes). «La memoria es una cosa muy rara, ahora se me olvida lo que comí ayer y me aparecen nítidos algunos recuerdos de antes, por ejemplo la alineación del Malacitano».
No se olvidó de dar un consejo envuelto en reflexión: «Hay que viajar, ser ciudadano del mundo, lo que no es incompatible con querer el lugar donde uno nació, pero es un sentimiento muy cateto el sentirse de un solo sitio».